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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

Pedir prestado a los amigos, manera de acabar con la voracidad de los bancos y con las amistades también.

Es una constante, suéltale dinero a los cercanos y lograrás su lejanía.

No se puede evitar, caer una y otra vez ante los requerimientos de los que ocupan un sitio privilegiado en nuestros sentimientos.
Hay muchas bromas al respecto:

Decían de uno que le pidió prestado a su cuate y que en la siguiente ocasión que se encontraran le pagaría.

Se le perdió del cuadrante. Lo llamaba a su casa dos o tres veces por día y jamás eran atendidos sus telefonazos.

Se dio a la tarea de espiarlo y lo siguió por espacio de varias cuadras hasta que le dio alcance y lo tomo de un brazo:

“Que pasó cabrón, me dijiste que me pagarías cuando nos volviéramos a encontrar y ya han pasado varios meses y te desapareciste”.
Así que, ahora ya nos estamos viendo, saca la lana de la bolsa y págame.

“No puedo pagarte ahora fue la contestación, muy clarito te dije que te pagaría cuando nos encontráramos y esta vez fue por alcance y no cuenta”.

A otro, que tenía mucho tiempo con la deuda, lo amenazaron que le darían una bola de chingazos si no pagaba y su cínica respuesta fue la siguiente:

¿Y con eso quedamos a mano?

Los bancos le prestan al que tiene con que pagar y no hay sentimentalismos.

Es un negocio, y si no pagas, te mandan al abogado o hacen efectiva la hipoteca y colorín colorado.

Al amigo no le pides documentos o garantías.
Es crédito a la palabra y por lo general en eso queda.

En otros tiempos me desgarraban el alma con sus actitudes.

Pero seguí un sabio consejo de alguien que sabía bastante de estos casos.

“Si te pide prestado un amigo y quieres hacerle el favor, préstale poco y resígnate a saber que se lo regalaste”.

Jamás le cobres, y si te paga con el tiempo, ya sabes que hacer y decir cuando venga de nuevo con la misma necesidad.

Siempre hay un pero, dícese que el hombre es el único animal de la naturaleza que se tropieza con la misma piedra.

Si tienes corazón blando, no pierdas el tiempo en lamentos contra tus amigos, si quieres conservarlos, sigue con tu chequera abierta y acostúmbrate a oír tus propios rebuznidos.
Hay amigos que rebosan de ética.

Y son más los que carecen de ella.

No les cobres, para que no se ofendan.
No los requieras, para que no se eleve tu azúcar.

Cuando prestes a los amigos, piensa que hiciste una obra de caridad.

Lo sensato es que no les prestes.

Sabia virtud, de conocer el tiempo.

Así dice la canción:

“Tiempo a destiempo”.

Hasta mañana.