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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

 

Cuando alguien escribe sus memorias, es de suponerse que tiene muchas cosas que contar y que sean de interés para los extraños.

Al ser humano lo clasifico en tres órdenes:
El primero, es aquél que ocupa un lugar privilegiado en las sociedades del mundo.
El segundo, jamás ha destacado y no lo conoce nadie.

El tercero es aquél que no es privilegiado y tampoco es desconocido.

Lo podríamos considerar como un mediocre.

Me maravillaría leer la manera como se preparó un alpinista que escaló el Everest por su parte más difícil.

O las experiencias y emociones de la primera tripulación de un submarino que navegó bajo las aguas marinas.

Saber que sintió Obama, cuando fue nominado como candidato a la presidencia de un País que sigue teniendo racismo muy marcado, y luego enterarse que había sido el ganador de la contienda electoral.

Conocer las emociones del primer hombre lanzado al espacio sideral y regresar sano y salvo.

Me interesaría conocer las memorias de los que jamás han recibido un salario por motivos de actividad laboral y vivieron casi cien años sin gastar neuronas o desgraciar sus manos.

Eso también es muy interesante.
No cualquiera puede vivir de esa manera.
Los mediocres no somos brillantes y tampoco opacos.

Salimos y regresamos a nuestros hogares sin nada digno de contar.

Tengo derecho a saber por qué Dios les da vida a las luminarias.

Y tengo derecho de conocer el motivo que indujo a Dios nuestro señor para mandar seres con la bóveda craneana vacía.

Y que me diga, cuando le pregunte en mis rezos, por qué me dejó encima de los seso huecos y muy debajo de las luminarias.

Quiero que escriban sus memorias los muy brillantes para que me ilustren.

Quiero saber de los que no tienen peso cerebral y divertirme con su opacidad.

Les doy derecho de escribir sus memorias, a los muy brillantes, y a los muy pendejos.
Los mediocres no tenemos motivos para gastar tinta y papel.

Me sorprendió saber que alguien escribió en una tumba:

“Nadie te visita y nadie te conoce, te fuiste sin dejar huella, al parecer no exististe”

El autor del epitafio es luminaria.

El difunto, oscuridad.

El primero es derechoso de escribir memorias.

Del enterrado, no vale la pena ocuparnos.
Cundo me invitan a la presentación de un libro, generalmente no pierdo el tiempo para abrazar a los Gabriel Márquez del rancho.

Luminarias o muy pendejos.

De los mediocres ni hablar.

Escojan su epitafio y busquen quién lo firme.

Hasta mañana.