Por J. Humberto Cossío R.
No quiero ser parte del proyecto de Andrés Manuel que pretende convertirse en el más autoritario de los presidentes que ha tenido México.
Quiero estar alejado de sus ideas, que día a día nos alejan de la concordia que debe existir en nuestra sociedad.
Nunca contestaré a los fanáticos que me insultan a través de las redes por que entonces estaré siguiendo el juego a Andrés Manuel.
Seguiré escribiendo con la esperanza de que pueda lograr entrar en sus conciencias y que haya una recapitulación que modifique su cerebro envenenado.
De ninguna manera pienso acusarlos con sus mamás o sus abuelitas.
Esas estúpidas formas las dejo para el que llegó apoyado por la voluntad de treinta millones de votantes.
Mis pensamientos tienen el fundamento de la razón.
Son apoyadas por el sentimiento de nación que debe unirnos a todos los ciudadanos mexicanos.
Nunca fomentaré la guevonada para mi pueblo.
Buscaré que los enseñen a trabajar y que generen riqueza para nuestro País.
Jamás estaré de acuerdo en que se les regale dinero a los que no tienen necesidades económicas por el solo hecho de tener cierta edad.
Eso es una canallada. Ese dinero debería emplearse en programas de beneficio social entre las clases más desprotegidas.
La pobreza es la mayor causa de muerte.
Un cáncer que tiene manera de atajarse y que por causa de dinero avanza consumiendo al organismo, es lo terrible que se tiene que atacar.
Los millonarios tienen con que defender su integridad.
Los que no tenemos, deberemos pugnar por que existan las instituciones de salud pública que los gobiernos establecen con nuestros impuestos.
La indolencia entre la juventud es lo que fomenta Andrés Manuel.
Jóvenes viviendo de la limosna y con destinos inciertos y muy limitados, que luego serán utilizados como las brigadas de la muerte por el dictador que se encuentra en proceso de gestación.
No somos partidarios de la violencia. Queremos un territorio donde se siembren las ideas de la buena voluntad que den lugar a la convivencia en concordia.
México ya vivió su dosis de dictadura.
Porfirio Díaz es el ejemplo que tenemos a la mano.
Treinta años que terminaron con su exilio en Francia.
Andrés Manuel López Obrador se autoproclama fiel seguidor de Benito Juárez y actúa como una calca de Don Porfirio.
Sin tener la categoría del héroe que sirvió a Don Benito en su lucha contra el imperio de Maximiliano.
Pero quiere destruir todas las instituciones que nuestra Constitución tiene plasmadas como garantías de defensa de los mexicanos.
Nadie critica a nuestro presidente por combatir a los corruptos.
Pero sus garras se clavan en pequeñas presas y siguen en libertad y sin molestia alguna los ex presidentes que tanto señaló y sigue nombrando en sus mañaneras.
Es claro que les tiene miedo y están fuera del alcance de su poder.
No queremos un nuevo dictador y tampoco queremos seguir siendo divididos los mexicanos.
Hasta mañana.
