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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

No hay duda de que diciembre nos trae las mejores cosas de la vida.

Durante once meses esperamos que por fin nos arrope con su presencia este mes de fiestas que proporciona muchas alegrías y nos hace felices.

Nos olvidamos de la pobreza. Nuestras esperanzas son de gozar de buena salud y poder festejar intensamente todas las oportunidades que nos brinda el último mes del año.

Somos adultos y seguimos teniendo ese espíritu navideño.

Nuestra niñez fue muy dura a pesar de tener a nuestros padres tan responsables y amorosos.

La economía en casa nunca fue de las mejores.

Pero éramos felices jugando en las calles con una pelota de trapo y un bat de palo de escoba.

Pateando piedras y tirando a gol con cualquier pelota.

Éramos cuatro o cinco los que en la noche buena nos sentábamos a la mesa a comer buñuelos y a cenar los frijolitos.

Don Antíoco Cossío y Doña Luz Ramírez nos atendían con dulzura. Mi padre que era excelente para contar historias, me deleitaba con sus cuentos de los súper sabios y con ello me transportaba a convertirme en uno de los personajes de la historia del momento.

No había un auto a la puerta de la casa.
Nuestro transporte eran los camiones urbanos. De cuando en cuando, mi madre alquilaba una araña para que la llevara del mercado Garmendia hasta nuestra casa.
Fui un chamaco muy feliz.
En ese entonces no sabía de nuestra pobreza.

Un vaso de chocolate con pan era de las exquisiteces que mi madre me preparaba para el desayuno.

Ella hacía rendir el poco sueldo de mi padre y las cosas transcurrían sin que me agobiaran los problemas de ser familia pobre.

Diciembre sigue haciendo que los recuerde con mayor intensidad que antes.
Mis padres tienen su tumba y ahí siguen juntos.

Son el mejor pensamiento que me pueda llegar en el mes de diciembre.
Mis condiciones económicas no son boyantes, pero nada que ver con los apuros de Don Antíoco y Doña Luz, para darme algún juguete que me hiciera pensar que el niño Dios se hubiera acordado de mi casa.
Mi hogar está cargado de felicidad.

En nuestra sala hay un árbol navideño lleno de luces que dan alegría por las noches y que dura hasta pasado el seis de enero.
No se necesita mucho para gozar el mes de diciembre.

En la noche buena, tratamos de preparar un pavo con su respectivo greibi y pure de papas que nos parecen una delicia.

Nos alcanza para el recalentado del día veinticinco.

El postre es a base de mitades de durazno con la preparación exclusiva de la casa y que nos deleita después de la cena navideña.

Es muy sencilla nuestra casa, pero es un verdadero hogar.

Espero que ustedes también gocen el mes de diciembre.

Hasta Mañana.