Por J. Humberto Cossío R.
Nada mejor que en una noche fría en el paraje de la montaña y escuchar las mejores historias de cacería y pesca entre sorbo y sorbo de café y mordisqueando una tortilla de harina con dulce.
Por supuesto que el mejor venado es el que se escapó y la cornamenta de perdida que era de doce o más puntas y con un peso superior a los cien kilos.
No hay campo para zorras o liebres.
O son leones o inmensos venados.
Y si se mencionan las anzueleadas, son meros de 80 o más kilos que al final se escapan por que rompen las piolas.
Nadie se contradice y las historias se van acumulando a medida que avanzan las platicas y más aún cuando aparece la primer botella de licor o de tequila de cualquier marca.
Mis tendidos quedaban por lo general cerca de la lumbre y de esa manera las heladas noches apenas nos hacían mella en el cuerpo.
Muchas veces permanecí despierto hasta las madrugadas y con la vista clavada en el firmamento, buscando encontrar alguna o algunas de las naves extrañas que los rancheros juran y perjuran que se ven con mucha frecuencia.
Me tuve que conformar con las pláticas.
Los que no han estado en los campamentos de monte se han perdido de las mejores narrativas, y de gozar de las tremendas alegatas para decidir cual mentira es cierta y cual de las verdades es una soberana mentira.
Se goza bastante y se come como en ninguna parte.
Una tortilla calentada en las brasas adquiere otra dimensión.
Las tortillas gordas amasadas en manteca de res hierven cuando entran en contacto con las brasas de la lumbrada.
Los tamales se avientan con todo y hojas y con el café hirviendo saben a gloria.
Los pedazos de carne de venado chillando con el calor de las brasas, despierta el apetito y en cuanto salen los primeros pedazos nos lanzamos en feroz competencia y los envoltorios de carne y tortilla y un puño de chiles chiltepines, ponen a funcionar nuestros jugos gástricos y con los tragos de coca cola nos quedamos pandos tirados en los tendidos.
Luego se antoja un trago de lo que tenga alcohol y que nos desempance.
Los brandis y los whisquies son los que más rifan y sin dejar a un lado un buen trago de tequila o de mezcal famoso.
Algunos llevan bacanora y compiten con la calidad de cada botella o damajuana.
Que bonito es el monte y gozar de sus estrellados firmamentos.
Nunca divise ningún ovni.
Pero los venados si se hicieron presentes en los campamentos.
Comer y contar mentiras es grandioso.
Beber sin que nadie nos importune no tiene parangón.
Ya no es fácil ir al monte con tranquilidad.
Hay muchas siembras extrañas y sembradores celosos de su negocio.
Es peligroso en estos tiempos encontrarnos en la soledad de las montañas en busca de los venados y la sabrosa convivencia.
Se acabó la tranquilidad y los gobiernos nos privaron de estas divinas andancias.
Ni hablar.
Hasta mañana.
