Por J. Humberto Cossío R.
Cuando llegó Doña Rosalía Camacho de Aguilar a las oficinas del DIF estatal, tuvo el primer contacto con los niños con cáncer que eran atendidos en las instalaciones del llamado Hospital del Niño o Pediátrico si así lo quiere llamar.
Se le desgarró el alma, al saber que su tiempo de vida esta contado y se enamoró de ellos sufriendo la inmensa pena de verlos morir uno a uno.
Conocí a esas criaturas y por muchos años conservé sus fotografías.
Se veían sonrientes y en su rostro no se les veía la imagen de la muerte.
No investigué si ellos sabían lo que les esperaba.
Es muy doloroso saber que no tienen mañana y que la luz de sus ojos se apagará irremediablemente sin haber gozado de una vida normal.
Lloraba Doña Rosalía y sus muertes dejaron cicatrices en la vida de la primera dama en Sinaloa.
Contagiaba la tristeza de la señora y a escondidas también tuvimos que secarnos algunas lágrimas.
El tema de las criaturas con cáncer es algo que me enoja, al ser testigo que tenemos un presidente de México al que le vale madre si viven o mueren.
Los hospitales oncológicos infantiles carecen de los medicamentos y los padres son engañados sobre la existencia de los fármacos.
Les hacen vanas promesas y los desesperados padres han salido a protestar a las calles y han tomado aeropuertos y nada sucede o conmueve al mundo oficial.
Jamás se había dado esta situación de desabasto de medicinas contra el cáncer que requieren con extremada urgencia las criaturas.
Andrés Manuel se encuentra endiosado en la rifa del avión y deja de lado el terrible mal que tienen esas criaturas.
¿Qué tenemos por presidente de México?
¿Acaso un enviado del averno para destruir a los mexicanos?
Parece algo diabólico que nos llegó del infierno para mostrarnos el poder de satán.
De otra manera, como explicar tanta insensibilidad o perversidad.
Así están las cosas y lo peor es que tiene seguidores que atacan a los niños y a sus padres y apoyan al perverso Andrés Manuel.
Nos mostraron un correo de las redes, anónimo por supuesto, donde apoyan al presidente y manifiestan que mueran esos niños y se conviertan en héroes de México.
Es la perversidad de los demonios que acompañan a esta administración y que ya permearon a mexicanos.
A ese que mandó ese correo, le deseo con toda mi alma, que su muerte ocurra de la manera más espantosa y que sufra cada segundo que dure con vida.
Que me perdone Dios, pero eso es lo que merece ese infame.
Vuelvo con Doña Rosalía Camacho de Aguilar. Donde quiera que se encuentre, le mando mis bendiciones por haber sido tan bondadosa y sensible con los niños que le tocó conocer durante el sexenio de su esposo.
Ella sufrió mucho cuando murieron los niños y nos pasó el sufrimiento al saber que se habían marchado de nuestro mundo.
Que dios proteja a los niños de México que tienen ese padecimiento.
Hasta mañana.
