Por J. Humberto Cossío R.
Es magnifico estar en contacto telefónico con nuestros amigos que habitualmente frecuentamos y otros que, a pesar de la distancia, no pierden la liga de la amistad y se hacen presentes a través del celular.
Eso ayuda bastante a soportar el encierro.
Es natural que la adrenalina circule en el torrente sanguíneo y habrá discusiones de cuando en cuando con nuestra compañera.
Pero todo es superable, al estar conscientes que es nuestra vida la que se encuentra en riesgo y que no podemos darnos el lujo de arriesgar perderla.
Así que, las llamadas frecuentes son muy estimulantes y creo que si llamo o me llaman, estamos contribuyendo a soportar con mejor actitud la cuarentena que nos auto impusimos.
Nos falta bastante trecho y algunos estamos con mayor riesgo, pero si pensamos con optimismo y nos cuidamos, tenemos mejores posibilidades de plantar la bandera blanca en nuestros hogares.
Síganme llamando y yo los seguiré importunando para saber de ustedes.
Aunque no quieran, seguiré buscando a mis amigos y a los que no lo son, jamás tendré malos deseos para ellos.
En materia de maldiciones, al parecer soy gitano y no me falla el chingazo cuando lanzo los conjuros.
Son pocas veces y jamás he fallado.
No va con mi religión, pero he sostenido siempre, que el que busca hacerme el mal, merece que le de la vuelta a la tortilla y se arrepienta por sus invocaciones.
Mi Dios tendrá que perdonarme en su momento.
No es lo mismo que me hagan enojar o se defiendan de mis chingaderas.
Hablo de que quieran hacerme un daño irreparable o dañar a parte de mi familia.
Este lado de mis contras es la que merece toda la fuerza de mis malos deseos. No vacilo en pedirle a los que no viven en este mundo para que me concedan el capricho.
Dicen que al final de la vida tendremos que ser juzgados.
Como Abogado que soy, llevaré por escrito mis alegatos y claro que mi fundamento será que actué en legítima defensa.
Dios nuestro señor sabrá si admite mis argumentos. En caso contrario, el perol ardiendo me espera por los subterráneos que controla Lucifer.
Que me sigan llamando mis amigos, me ayuda a soportar las paredes de mi hogar y me alientan para seguir esforzándome y mantener en alto el espíritu.
Salgo por extrema necesidad.
Mi hijo se ofrece para los mandados, pero no quiero ponerlo en riesgo.
Es muy joven y no merece contagiarse por mi causa.
Que para octubre es la fecha límite de riesgo.
Que nuestros hospitales están plagados de gente con contagio y cuando salen en cajón los etiquetan como neumonía atípica.
Será el sereno, pero el CORONAVIRUS es nuestro feroz adversario y a mi no me respeta por que tenga medallitas o amuletos.
No soy monedita de oro o símbolo de la moralidad que pregona el asno que ostenta el cargo de presidente de México.
Pido disculpas a esos animalitos por compararlos con Andrés Manuel.
Hasta mañana.
