Por J. Humberto Cossío R.
Pareciera que ser muy simpático es sinónimo de bribón.
Conozco algunos y a todo mundo les caen bien.
Les festejan todas sus babosadas.
Son de lenguaje lepero. Sin cortapisas para llamar por su nombre vulgar a todas las partes del cuerpo humano.
Les gusta cantar y lo hacen muy bien.
Beben, sin dar tregua ni cuartel a sus compañeros de parranda.
Generalmente pulsan guitarras, o se hacen acompañar de ellas, para que su ronco pecho entone las canciones que les gustan a sus acompañantes.
En las reuniones son el centro de atracción.
Son magníficos gourmets.
No necesitan pedir favores, sus amigos les ofrecen.
Decimos que son de sangre liviana.
Son los bendecidos de Dios nuestro señor y hay que reconocerles esa divina gracia.
Los comparo con un foco encendido, y nosotros sus amigos, somos las palomillas que volamos alrededor de su luz.
Son extraordinariamente felices o así lo parecen.
Proyectan su simpatía por todos los puntos cardinales.
Son el centro del circulo y nosotros formamos la rueda.
Las horas pasan volando cuando los tenemos cerca.
Su risa es espontánea y contagia.
En cambio, yo:
Me planto frente al espejo, me cuento un chiste, y suelta el llanto la imagen que se refleja.
A mis platillos favoritos jamás les echan sal, basta y sobra con la que se me forma en el sentido del gusto.
Nadie me deja cantar en las fiestas.
Cuando trato de rascar una guitarra, misteriosamente las cuerdas se rompen.
Los amigos me tratan bien, siempre y cuando no pida favores.
Ni simpático y tampoco bribón.
Si me convierto en foco, no hay servicio de energía eléctrica y huyen las palomillas.
No tengo gracia para decir leperadas.
Cuando bebo, generalmente terminó borracho y soy impertinente.
Mi sangre es tan liviana, como puede ser el atole de pinole corriendo por las venas.
Se me fue mi juventud y jamás pude pararla.
Pero hay algo muy importante que compensa todo.
Dios está conmigo y siempre me cuida y ayuda.
Es algo que por nada cambio.
Me para cuando estoy al borde del desastre.
Me proporciona lo suficiente para sostenerme y sostener a mi familia.
Es lo contrario del presidente que tenemos.
Me enseñó a trabajar y no regala nada.
Que la felicidad acompañe a los simpáticos.
Y que la fuerza de mi espíritu jamás decaiga.
Hasta mañana.