Por J. Humberto Cossío R.
Por razones religiosas nos sitúan en la cuaresma a un estado de abstinencia en el consumo de las carnes.
Nos indican, que en determinados días debemos voltear la cara hacia otro tipo de alimentos y no estoy de acuerdo con la costumbre.
Comerme una cabrería no me hace renegado del señor.
No creo que le de gusto a mi Dios, por tener en época de cuaresma una dieta a base de mariscos.
Considero más pecaminoso dejar de comer y hago caso omiso al mandato de mi iglesia.
Mi Dios ha de perdonar mis debilidades por los huesos cargados de la cabrería o un rib eye steak a las brasas.
La capirotada es otra de las delicias que no dejo de lado y esa no quebranta las reglas de cuaresma.
Si consigo callos de hacha gigantes y de excelente textura, no tengo la menor duda de dejar para otro día las carnes.
Si quiero ser ranchero, pongo de postre la calabaza con panocha o la conserva de papaya de la que elaboran en Cosalá.
Proveedores de la conserva cosalteca, la familia Otáñez.
Y parece que el Chuquique Hernández promete acordarse de ello cada vez que visite su tierra natal.
Hablar de delicias me convierte en un sibarita.
Mil perdones a mi Dios por estar cobijado por la gula.
Sigo los mandamientos hasta donde se puede.
Pero que sabroso es el pecado de comer.
En Culiacán hay excelentes lugares para el buen comer y mejor pagar.
El Palomar del Río me apasiona por su calidad en carnes.
El MAR & SEA por la exquisitez de sus mariscos y sus postres.
Se me cae la baba nomás de acordarme de ellos.
La comida casera en la casa de Los Loaiza o en la Finca de Cosalá.
Al Palomar de los pobres lo visito con frecuencia y desde ahí me despierto con su café y el buffet mañanero.
Voy al palomar que se encuentra frente a Palacio de gobierno.
Cuando quiero atole de pinole me planto en el mercado Garmendia.
El pozole de los domingos en el casino Tropicana.
La comida china tipo cantonesa en el Long River.
No soy de comer tacos de carreta y paso sin ver.
El mole tiene que ser en casa y me encanta como lo prepara mi esposa.
Lo mismo las costillas de puerco Doradas en el sartén.
Tienen que ser acompañadas por un altero de tortillas y a mano limpia.
El borrego lo consumo los domingos en Bacurimí y no hay otra cosa que la costilla dorada y la tortilla recién hecha.
No me hablen de colesterol y triglicéridos.
No mencionen en mi presencia el ácido úrico y azúcar en el torrente sanguíneo..
El sobre peso no existe en mi vocabulario.
Perdóname Diosito y no permitas que la gula me acabe.
Hasta mañana.