Punto y Coma Noticias

FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

Usar trenes, no es algo que tenga programado en mi mente.

Por segunda vez en una estancia por la tierras de Donald Trump, me aventé el trayecto de San Diego hasta la última parada en Unión Station, muy cercana al estadio de los Dodgers y la verdad que me dejó muy complacido el servicio.

Utilicé la categoría de Bisnes Clas y las atenciones que se reciben pagan el costo del pasaje y la comodidad es muy superior a lo conocido por nuestras tierras.

Tomé el trenecito de San Isidro a San Diego, y por la módica cantidad de un dólar con veinticinco centavos me transportaron con eficiencia y rapidez.

Mi edad me ayudó para obtener beneficios en el transporte de los Estados Unidos de Norte América.

Escuché platicas sobre la reelección de Donald Trump y se tiene el temor fundado de que los votantes lo sostengan por otros cuatro años.
No hay gallo o gallina con las suficientes agallas para presentarle batalla, es lo que dicen, y aunque manifiestan que no votarán en favor de Trump, tampoco se sienten decididos a entregárselo a los demócratas.

La Hillary Clinton era su gran esperanza y les falló.

Mis hijas piensan lo mismo y ellas son ciudadanas de por aquellos rumbos.
Que envidia de la manera que cuidan sus playas y como las embellecen con grandes obras y les dan servicio inmejorable a los visitantes.

Para nosotros es muy caro hacer turismo en Estados Unidos.

El dinero se nos hace polvo y son tantas las cosas que quisiéramos comprar.

La sentada en un restaurante de mediana categoría, nos cuesta sesenta o setenta dólares por desayuno de dos o tres personas adultas.
Los hoteles y moteles de escasa categoría nos cuestan arriba de los cien dólares por noche.

En México, estaríamos hospedándonos en hotel de cuatro estrellas de Mazatlán.
También escuché hablar de Andrés Manuel y lo comparan con el orate que tienen por esos rumbos.

En pleno auge la actividad de la construcción
Edificios de varios pisos en proceso de terminación y muchísimos iniciando lo que serán rascacielos.

Vivir en la costa les da un plus a los habitantes.

Conocí una persona de Malibú y su casa cuesta arriba de los tres millones y no está pegado a la playa.

Más bien en montaña, pero cuesta mucho por estar en Malibú.

Dicen que no hay envidia de la buena y sostengo que si existe.

Cuando diviso las mansiones de la costa de California, se me enchina el cabello de emoción por imaginarme lo que cuesta ser dueño de esas fincas.

Los que están en las alturas de los cerros y tienen la vista completa al océano son prohibitivas para la mayoría de los mortales.
Nunca podría pensar en tener tanto dinero como para invertir en vivienda por esos lugares.

Los que ahí tienen sus lugares de descanso deben tener cientos o miles de millones de dólares y de ahí viene el concepto de envidia de la buena.

Hasta mañana.