Punto y Coma Noticias

FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

Culiacán sin beisbol es, como velorio sin cadáver.

Después de haber sido eliminado el equipo de Tomateros por los Charros de Jalisco, el más grande centro de diversiones de la costa del pacifico cerró sus puertas y dejó varios miles de huérfanos que no tienen a donde ir.

Cada tarde o noche, que se cantaba el playboy en el Ángel Flores, los tumultos por entrar se hacían visibles y los refrigeradores con la cerveza lucían llenos en todo su esplendor.

Los puestos de comida y el restaurante interior, no se daban abasto para satisfacer la demanda de los hambrientos aficionados, que querían masticar sin parar hasta que el ampáyer marcaba el último out.

La música no para de tocar, y los bailarines que nunca faltan, deleitan a los demás con sus fantásticas contorsiones que los hacen merecedores de la admiración y son premiados con los nutridos aplausos.

Predominan los que van a divertirse y a formar el ambiente de fiesta.

Cada día son menos los aficionados al beisbol de hueso colorado.

La raza que asiste, en ocasiones no sabe ni quién fue el héroe del partido, o como anotaron las carreras los equipos.

Es el ansia de la diversión, lo que convierte al estadio, en un gigantesco lugar recreativo, donde se combina el deporte profesional con el desahogo del espíritu. Hasta ahora, es la mejor cosa que se tiene en Culiacán para divertirse.

Don Juan Ley Fong formó el equipo y compró la franquicia de la Mexicana del Pacifico. Su hijo Juan Manuel, convirtió el estadio Ángel Flores en un fantástico negocio que envidian los magnates beisboleros de la liga del caribe y varios dueños de equipos de grandes ligas.

Don Juan Ley Fong era un aficionado al beisbol de hueso colorado. Sostener al equipo le costaba varios miles de pesos que se perdían por temporada.

Decía que el no viajaba a ninguna parte.

Que su corazón estaba en Sinaloa y que el beisbol lo llenaba de satisfacciones.

Don Juan Ley Fong dejó una inmensa fortuna a sus hijos.

Pero el más brillante empresario, y cabeza de la familia, fue Juan Manuel Ley López que no hace mucho que falleciera y dejara a sus hijos y hermanos la tarea de continuar con el imperio comercial que fundó.

El beisbol lo veía como un negocio, a diferencia de su padre Don Juan.

Supo meter a los aficionados de Culiacán, al más grande centro de diversiones y llevan varios años hinchándose los bolsillos de millones de pesos por temporada.

Los Ley son comerciantes natos y de eso no hay la mínima duda.

Esta vez no llegaron a la final y apagaron las luces del estadio antes de tiempo.

Durante la temporada regular fueron los mejores y cayeron con un supuesto equipo mediocre en el play off.

Los Charros los eliminaron y los amantes de la diversión quedaron abandonados y sin una alternativa colectiva real.

Juan Manuel Ley Bastidas y su tropa deben sentirse frustrados por dejar inconcluso un brillante negocio beisbolero.

Se apagaron las luces del Ángel Flores, y hay miles de huérfanos del desmadre que no tienen cueva para refugiarse.

Hasta mañana.