Por J. Humberto Cossío R.
Diferencias de la ingesta de bebidas con alcohol.
Tomar por tomar, es una pendejada.
Tomar para escuchar música y gozarla, es una belleza.
Tomar y escuchar música, acompañado de la dama de nuestro gusto, es el mejor transporte a lo sublime.
Las tres cosas han sido parte de mi vida.
Mis primeras borracheras fueron para mostrar que estaba a la altura de mis compañeros de parranda.
Luego, las que fueron por mi santa voluntad.
Las mejores, con mi copa de Wisquie en la mano y escuchando las mejores canciones románticas de mi tiempo.
Pero las insuperables, con mis compañeras de nochadas y compartiendo mis gustos por la buena bebida, la mejor comida y el romanticismo de José José, Camilo Sesto, José Luís Rodríguez (el puma),Manoella torres, José Luís Perales, Marco Antonio Muñiz y tantos otros.
Nada malo había en ello. Es lo mejor que me ha sucedido en la ya no tan corta vida de mis setenta y cuatro años.
Nunca he sido propietario de mansiones y tampoco de yates, fijarse bien que dije “yates” sin M y tampoco autos deportivos de lujo de los que cuestan millones.
Pero he sido vago. Me las ingenié a bordo de mis modestos automóviles para recorrer hasta donde la vista me alcanzaba.
No me dio por adquirir avionetas y mucho menos Lear jets.
Esas son historias de los que se codean con la riqueza verdadera.
No había mejor cosa, que jugar beisbol y futbol descalzos en calles llenas de piedras que terminaban clavadas en las patas.
Una que otra pelea sin guantes para moldear la nariz y ser dueño de alguna cicatriz en el rostro.
Todo de manera muy sana.
Pleitos sin resentimientos y sin dar lugar a venganzas.
Cero mariguana, o cocaína, como ahora se acostumbra y hasta se fomenta por la autoridad.
La amapola se sembraba en los jardines públicos.
Eran flores bellísimas y daban vida a los pueblos.
Desayunar avena con leche y un par de huevos de gallina casera antes de que nos mandaran a la escuela.
Buena niñez y de mucho respeto a nuestros padres y a la gente mayor.
Nos enseñaron a saludar a la gente y pedir permiso para pasar entre ellos.
El tirador, el trompo, las boliches y las pelotas de trapo para jugar beisbol eran herramientas indispensables.
Nada mejor que un palo de escoba para batearlas.
No me importaba saber quién era el Gobernador.
Los periódicos no chorreaban sangre.
Eran muy pocos los hechos violentos que impactaban al medio social.
Pistoleros había, pero eran muy hombres, y se la rifaban mano a mano.
Los robos, casi eran cosa exclusiva de la clase política de aquellos tiempos.
No nacía en aquellos años Andrés Manuel.
Hubiera sido un martirio aguantarlo.
Hasta mañana.
