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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

Sacábamos cuentas sobre el gasto de gasolina de nuestros carros por semana y algunos de mis compañeros resultaron tener vehículos muy ahorrativos y se encuentran muy satisfechos por la marca que adquirieron.

En esas cuentas nos encontrábamos enfrascados, cuando llega uno de los tardíos al café y luego metió la cola del diablo en nuestra platica.

Tomó el papel donde anotamos el gasto semanal de gasolina y soltó su filosa reflexión de nuestros carros en comparación de nuestras personas.

La daga la hundió entre las costillas cuando preguntó el gasto semanal en medicamentos de cada uno de nosotros.
El primer puerquito resulté ser yo y el latigazo de la pregunta me azotó en pleno lomo y abrió profunda herida.

¿Cuántas pastillas o capsulas ingieres antes de venirte al café?

No tuve opción y comencé a enumerarlas.
Una de metformina para la diabetes.
Telmisartán para la presión, una por la mañana.

Reumafán para el dolor de rodillas una.
Una capsula por la mañana para el colesterol.

Una gragea de vitaminas de mil unidades antes de salir de casa.

Por la noche repito la dosis de metformina, agrego otra más que también baja el nivel de azúcar en la sangre.

Dos que son para controlar el flujo sanguíneo y otras para controlar los triglicéridos y el ácido úrico.

De acuerdo a los precios de los medicamentos, concluimos que me tomo una cantidad que pasa los cien pesos diarios y sin contar el costo de los análisis que mes tras mes me practico para el control de colesterol, triglicéridos, azúcar, ácido úrico, urea y otras hierbas que me cuestan más de trescientos pesos.

Tu carro es nuevo amigo Cossío y tu cuerpo es una carcacha.

Lejos gastas más en combustibles, que lo que te puede quitar por mes tu carro.

A los otros compañeros ya no les sacó cuentas, solo les dijo que no pagaban el boleto y que estaban más jodidos que yo.
Una carcajada rubricó la sentencia y ya no seguimos presumiendo o quejándonos del gasto de la gasolina de nuestras unidades.

Los viejos somos cocteleros.

Un vaso con agua al levantarnos, acompañados de varias pastillas si queremos aguantar el trajinar de la mañana.

Por las noches, la avena calientita y otro coctel muy variado de medicamentos.

Bendito carro que me sale tan barato.

Maldita edad que me convirtió en carcacha.

Solo me queda recordar, cuando era un flamante galán y las únicas pastillas que necesitaba eran de carne y hueso y podían ser varias al día sin que hubiera deterioros.
Siempre me acuerdo de un dicho:

El que mea y no pea…no es potrillo.

A mis setenta y cuatro, se acabó el mea y aumentó el pea.

Hasta mañana.