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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

 

En mi barriada, todos los niños queríamos ser policías.

Esa admiración se la ganaron a pulso los que portaban el uniforme. A su pasada nos tallaban la cabeza y nos cubrían con una sonrisa.

Nos sentíamos los mejores por esos detalles.

Cuando escuché hablar de la revolución mexicana, mi indiscutible héroe y que me hacía transportarme a sus tiempos, lo fue Pancho Villa.

Doroteo Arango, así me hicieron saber que era su nombre y jamás lo olvido, pero prefiero llamarlo Pancho Villa.

Por un tiempo odié la figura del General Álvaro Obregón. Deseaba que no le hubieran tumbado un brazo, sino que el cañonazo hubiera sido en el centro de su figura.

Agarré partido y sigo siéndole leal al centauro del norte.

El General Obregón fue más inteligente, de eso no tengo duda.

Nunca he soñado en convertirme en Pancho Villa de los tiempos modernos, por el contrario, no soy afecto a las armas, ni me enredo en movimientos fuera del orden jurídico y social.

Por eso, en parte entiendo a mi presidente Andrés Manuel.

Puede que de niño no conociera otras imágenes distintas a la de Benito Juárez, Francisco I. Madero o Lázaro Cárdenas.
Son sus personajes favoritos de la historia.

Los admira y quiere actuar como ellos.

Pero tiene algunas discordancias y una de ellas que nos asustan, sufragio efectivo, si reelección en contra de lo enarbolado por Madero.

Creo que Benito Juárez Jamás enviudó.
Su esposa original fue la que lo sepultó y aquí hay otra diferencia con Andrés Manuel.

El Peje es viudo y felizmente de nuevo casado.

El petróleo es algo que une al peje, o mejor dicho a nuestro presidente, con el General Lázaro Cárdenas.

Y puede que Andrés Manuel tenga en su guardarropa algún traje de general de división y que en la soledad de su alcoba lo luzca con orgullo y satisfacción.

Don Benito murió de Angina de pecho.
No soy tan viejo para certificarlo y no sabemos como pasará a mejor vida Andrés Manuel.

Es claro que no queremos que sea pasado por las armas, tal y como le sucedió a Madero.

Jamás he tenido el deseo de vestirme como Pancho Villa y salir por las calles de Sinaloa montando un brioso corcel.

Mucho menos terciarme un 30-30 ochavado y dispararlo a diestra y siniestra.

Pudiera darse el caso, que nuestro presidente, utilizando como pretexto un homenaje a Don Benito, salga de Palacio Nacional a bordo de una diligencia como las que usó el presidente itinerante en la lucha contra los franceses.

No se vería mal Andrés Manuel.

Algunos soltaríamos la risa, pero fuera de ello, gozaríamos el espectáculo.

Recuerden que en el Zócalo se dejó echar humo por los brujos de Catemaco.

Le gusta el folclore al tabasqueño. Es el presidente y ejerce el poder como le viene en gana.

Que se vistiera de la manera de Juárez y saliera en diligencia, a nadie le haría daño y mucho nos divertiría en estos tan difíciles tiempos de la cuarta T.

Hasta mañana.