Por J. Humberto Cossío R.
La escuela de la vida jamás nos entrega certificados de graduación.
Digamos, que, de los tres años en adelante, comenzamos el aprendizaje interminable y concluye al exhalar el último suspiro cuando somos requeridos por el creador.
Socializamos con otros a temprana edad y comenzamos a jugar de manera individual y en equipo.
Se aprende a no meter los dedos en las instalaciones eléctricas.
Se respetan los recipientes con agua hirviendo.
Se huye de la mordida de un perro o los arañazos de los gatos.
Por primera vez sabemos para que sirve un cinto cuando lo dejan caer sobre nuestras nalgas.
En mi caso, aprendimos a respetar a los mayores y venerar a los maestros de aquellos tiempos.
Nuestros padres eran los dioses de la familia.
De pronto, ya tenemos nuestros mejores amigos, que en ocasiones perduran a través del tiempo y otros que se pierden en la distancia y el olvido.
Por primera vez tenemos novia, a pesar de solo contar con siete u ocho años.
Luego llegan los granos en la cara de la pubertad, y que son atribuibles a los calores internos que vamos desarrollando hormonalmente.
Los celos a la novia o al novio, según sea el sexo, se hacen muy evidentes.
La secundaria y la preparatoria nos preparan para la juventud que ya tenemos encima y entramos en la etapa de profesionales, que nos hacen capaces para lo que tenemos que enfrentar dentro del medio social.
Luego viene el matrimonio, o la unión de pareja, y comienza el ciclo de la madurez que nos envuelve y nos hace responsables.
Las amistades grupales se hacen presentes.
Si es en pareja son bastantes, pero si son de individualidades, se forman chorchas en cafés, restaurantes, cantinas o bares y las ligas que se establecen son de mucha fortaleza y calidad.
Culiacán, Mazatlán, Los mochis, Guamúchil y Angostura ya habían sido explorados en cuestiones de nuevos amigos.
En Guasave no había profundidad, y ahora es cuando comienzo a diferenciar sus gentes.
Con motivo del festejo de los diez años de FAX POLITICO, que se proyectó inicialmente por tres personas de esta agradable y pujante ciudad, comencé a saber quién si y quién no.
Una de ellas desertó y fue sustituida por otra y así ha quedado el comité del festejo.
Nos quedan Sergio Ernesto Gómez, que es mi corresponsal en Guasave, Noé Molina que ha sido excelente apoyador y amigo sin tacha, y el que siempre ha sido un crisol de amistad a través del tiempo y es el Güerito Sañudo.
En ellos ha recaído la organización y el peso del festejo.
Del desertor, mejor no hablar.
Comprendemos que sus ocupaciones le hicieron imposible no continuar con la tarea a la que se había ofrecido.
Es una enseñanza más de vida, la que la escuela de Guasave me ha permitido apreciar.
Gracias a todos los nuevos amigos.
Hasta mañana.