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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

Mis primeras enseñanzas se dieron en el hogar que fundaron mis padres en la ciudad de Culiacán.

Mi madre me enseñó a caminar y me colmó de ternura.

Mi madre, hermanas, hermano y mi padre cuidaron de mi enseñanza para hablar y lo hicieron con paciencia y mucha sabiduría.

La crianza recayó en mi madre, por ser ella la que me navegó en mis primeros tiempos y luego siguió siendo el faro de cariño a través de los mejores años de mi vida.

Mi padre era un hombre serio y muy recto.
En la casa de mis padres no se escuchaban palabras altisonantes o malas palabras.
Se me inculcó a respetar a mis padres y a querer a la familia.

Se me enseñó a temer a Dios y fui criado dentro de la Iglesia Católica, apostólica y Romana y hasta la fecha sigo en ella.

Se me inculcó el respeto a mis mayores y un profundo respeto a mis maestros que me dieron la primera luz del conocimiento con sus enseñanzas de la escuela primaria.

Nunca he sido procaz en mi lenguaje.
No me asusto de los que pronuncian palabras de alto calibre, pero tampoco hago eco de sus expresiones.

Me repugna escuchar a varones y mujeres de hoy, que traen dentro de su boca y la sueltan donde quiera, las peores y asquerosas pronunciaciones, donde el miembro viril lo enjuagan para después pronunciarlo sin vergüenza alguna.

Es un asco, el lenguaje de un alto número de mujeres y varones, que sin recato alguno sueltan cada barbaridad en público.

Quizá es lo que escuchan en sus hogares o en el aula.

No lo sabemos de cierto, pero me repugna escucharlos.

Soy varón de los chapados a la antigua y a mucho orgullo.

En mi casa seguí la tradición de mis padres y jamás se escuchan bajezas.

No obligué a nadie a ser miembro de una religión o secta.

Cada quién escogió su camino en lo espiritual.
Me siento a gusto de la manera que soy.

No me engancho con los asquerosos que pretenden insultarme.

Los dejo que se batan en su propio excremento.

Mi vida transcurre de manera tranquila y escribiendo lo mejor que se me ocurre.
Hay bastantes amigos que me aprecian y respetan.

Convivo diariamente con algunos, en mis lugares favoritos mañaneros.

Por la tarde, me refugio frente a mi computadora y lo que sale, lo hago llegar a mis lectores que cada día se convierten en más.

Así pasan los días, semanas, meses y años con la certeza absoluta que mi vida trascendió y no quedé en la oscuridad.

No he podido emular a García Márquez.

No soy escritor de rancho.

No ganaré jamás el premio nobel de literatura.

Pero vivo feliz y en paz.

Hasta mañana.