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FAX DEL FAX

Por J. Humberto Cossío R.

Vista al sol.
Ese era el castigo del maestro de educación física cuando consideraba que nuestra conducta o rendimiento no era apropiado.
Quedábamos encandilados por buen rato, pero nadie quedó ciego.
En nuestros tiempos ya no se dan estos castigos.
Los maestros se cuidan de no caer en el mal ánimo de los alumnos.
Era carajo mirar al sol, pero aguantábamos la tormenta sin impermeable.
Nadie quería ser llamado mariquita y veíamos el astro rey sin lentes obscuros.
Cien lagartijas y doscientas sentadillas era muy favorecido para imponer disciplina.
Diez Vueltas al estadio universitario era otra de las favoritas.
No era fácil cumplir con el correctivo, pero salíamos con buena condición física.
Mente sana, en cuerpo sano.
No había Comisión de derechos humanos en esos tiempos.
Sobrevivimos y nadie quedó con alguna discapacidad.
Nuestros padres sabían usar el cinto para corregir.
Y fueron varias pelas las que recuerdo por parte de mi padre.
Todas ellas con plena razón de su parte y por atrabancada conducta nuestra.
Jamás odié a mi papá por esas cintareadas.
Por el contrario, se lo agradezco infinitamente.
Nos enseñó a ser buenos hijos y era un excelente padre.
solo buenos recuerdos me han quedado.
Me gustaría que se asomaran a los panteones.
Verían la inmensa cantidad de jóvenes que están sepultados.
Por supuesto que son muchachos que no tuvieron rienda y las malas amistades llegaron para conducirlos al sepulcro.
Eso evitaron mis padres con la educación que me dieron.
Eso impidieron aquellos maestros, que eran apóstoles de la enseñanza y nos fortalecieron con sus maneras y formas de aplicar los métodos educativos que se han hecho a un lado y perjudican a la niñez y juventud.
Cinto y voz de mando a nadie dañan.
Miles de jóvenes yacen bajo tierra y son tardíamente llorados por sus familiares.
La vista al sol era como chusca entre nosotros.
Las lagartijas para un joven nada representan.
Las vueltas al estadio fortificaban el cuerpo y el espíritu.
Los castigos paternales nos sirvieron para frenar los instintos.
La educación también llega en forma de azotes.
Cuantas familias quisieran volver a ver a los hijos de los panteones.
Lo podían haber evitado con consejos y cinto.
Pero nunca les pusieron rienda y ahora sueltan el llanto por sus recuerdos.
Unos cuantos cintarazos a nadie perjudican y en cambio ayudan en mucho a la buena formación.
Hasta mañana.